La necesidad de estar vestidos

Y la luz de la luna alrededor de las sombras, sobre el lago encantado, de los besos perdidos, la nostalgia tan joven, el futuro impensado de los enamorados de fuego, se pierden en cuadrados postales, en cicatrices de vino, en el vicio de turno y en las patadas a las piedras de la soledad.
Siempre buscando el momento, de domar el azar, de prenderse al tren del carnaval en enero y la llovizna que es suave pero empapa, te quiero y me pierdo, el frio polar en el verano de mierda, los corazones rotos de los pajeros que vuelven a golpear una puerta regalando mentiras que parecen verdades, son zapatos viejos que recién se lustraron y parecen nuevos.
Los amigos que se van y los nuevos que vienen, los traidores están muertos en el alma pero todos sin rencor, los favoritos nunca ganan, es el veneno que miente, esto está muy cortado, es la leche cortada, es la mala leche de siempre, la que asoma en la avaricia de los viejos dinosaurios, que tienen mucha tele y mucho oro.
Y el sol contagioso quemando el paraíso soñado, es la humedad siempre platense, aunque se pierde siempre y las risas estén vacías, es el signo que se enreda por la sociedad extraviada. Y te busco, te busco, de una forma espontánea, es el camino ganado, de los hermanos festejando los goles, los que se hacen y se erran, como se erran las miradas a la gente que nos odia de verdad.
Cuando las colas de chancho sean de burro, cuando los pájaros no se asomen más al ventanal, será posible que el tiempo desaparezca de los días, de los meses, de los años y podremos hablar de la libertad y la necesidad de estar vestidos.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario