La nostalgia de tres días sin dormir

El agua de Buenos Aires.
Las baldosas todas flojas.
Los vacíos espirituales de tu ausencia.
La mesa y sobremesa,
todos los días iguales
o que ya no me duelen las muelas.
Esperando el delivery,
la mañana que ya llega.
Nunca es tarde.
Ropa desordenada sin olor.
Corazones sinceros buscando paz.
La luna en medialuna
y la harina en la cocina.

¿Cuándo fue que perdimos la vergüenza?

Las dudas se consumen.
Los semáforos no se respetan.
Saltando grandes edificios,
como superhéroes sin ficción.
Calles de tierras inexistentes,
el plato despeinado.
Almas que desaparecen por canje
por el diablo mal estacionado.
Tren y ruidos tristes de colectivos.
Extraños transformados en amigos.
Sala de espera.
Costumbres arrancadas de la piel.

Tu voz ya no resulta conocida.

Extremos parecidos a precipicios.
Todo lo que determina una resaca,
grillos cantando y lluvias ausentes.
No existe el rencor.
Equilibrio en perturbación,
justo cuando llega el invierno.
Grises opacos por la humedad.
Televisión detonando distancia.
La ciudad descansa.
Veredas alumbradas por faroles de plaza.
El tango y la diarrea.
Cinco minutos sin té.

Correr desnudo y caminar vestido.

Despertar.
Despertarnos.

Luces con brillos radiantes en tu rostro.
Negación del adiós.
Repetición del sufrimiento.

Enfermar.
Enfermarnos.

Aferrarse a las viejas respuestas.
Salvarse.

Vos caminando.
Yo en tus pasos.