Al gran Expreso Empalme Lobos


“En el Tanque…”

El paso del tiempo, a uno, lo fue poniendo en otros lugares y en otros viajes, en otros colectivos (porque no es ni bondi ni micro, es colectivo). La vida está hecha de lo que fuimos y/o de lo que hicimos: la infancia y la primera juventud quedan como marcas indelebles en la vida de todos y todas. Y ahí aparece la imagen de nuestras calles de tierra, de los paisajes de nuestros barrios (la vía, el Tanque de agua…). Ahí uno se pone a pasar las noches de verano sentado en la vereda, patea sapos, comparte el mate primero, la cerveza y algún cigarrillo pionero luego, aprende, dándose mil palos, a andar en bici… Era un espectáculo aparte sentarse en la Arévalo a ver el desfile de jinetes bien montados para el día de la Tradición, familias enteras. Los baldíos circundantes eran nuestros, eran el mundo a explorar, a conquistar: frondosos árboles, pequeños reinos de pertenencia, las fogatas a los santos, fulbitos con buzos que hacían de arcos y sin limites precisos ya que no eran necesarios.
Yendo al tema que me ocupa, el colectivo a Empalme pasaba por la Arévalo.
Mi barrio, mi lugar en el cruel mundo, la Patria de mi cuadra, se encuentra en una etapa de transición entre Lobos y Empalme, más cerca del Cruce, eso sí. Eso lo reconozco y muchos lo saben, vivo en la 221, a dos cuadras de la Güemes. ¿Ahí arrancaría la “zona de influencia” de Empalme? ¿O más adelante? Esto es materia de discusión aún entre lobenses y empalmeños. Mi condición transitoria me pone en la responsabilidad de decir que tanto unos como otros somos amigos, parientes, novios/as, etc… La fuerte identidad empalmeña debe ser reconocida por los lobensistas extremos, ahorrando enfrentamientos y discusiones. 
Esos hoy pintorescos colectivos empalmeños fueron, desde la primaria, el móvil predilecto (antes y después de la bici o de ir a pata, más allá del auto de papá) para ir al Centro o moverse hasta lo de un amigo, lobense o empalmeño él. Ese colectivo ha permitido más tarde traernos desde el Centro después del boliche, ya en pedo, habiendo dejado de ser un inocente niño en guardapolvo.
La experiencia de ese viaje hace a mil imágenes: el boleto a mano, las monedas, sentarse o bancársela de parado. Las charlas con los amigos. Bajarse por adelante (“en el Tanque” decía yo), rompiendo la regla sagrada del “descienda por atrás”: nunca entendí esa directiva. Un espacio de sociabilidad en movimiento. Su existencia hacía desplegar toda una serie de sentimientos: la ansiedad por su llegada, la esperanza de que sea pronto porque se hacía tarde o llovía y la garita frente al FONAVI se copaba fácilmente. Ese ir desde casa hasta la esquina rogando que no aparezca para no dejarnos a pata y con lluvia, peor. Las monedas en el bolsillo del guardapolvo: primer atisbo del ahorro y de la racionalidad económica. El conocer palmo a palmo el viaje, el aprender su ciudad mas allá de su cuadra y de su barrio. Saberse las informales paradas, aprender las convenciones, como la de darle el asientos a los viejos y viejas del pueblo y del timbre para bajar.
Mi propia situación de viaje, traída ahora desordenamente a la memoria, tenía un punto de inflexión: llegar al semáforo de Amanecer, en Cardoner y Olavarrieta: ahí veía llegar a casa aunque aun faltara. De ahí doblaba y llega a la Angueira, costeando la vía por un par de cuadras hasta la Irigoyen, cruzaba las vías y le metía hasta el Cruce. Ahí emerge otro momento clave; listo, el semáforo dobla a la izquierda por la Arévalo y seguro paraba en la garita histórica del Cruce. Ahí me tenia que parar y decirle al colectivero: “en el Tanque”. Bajaba, llegué. Cruzo la Arévalo, corro media cuadra hasta casa, abro la “tranquerita” sigo corriendo bajo la parra…

"Mi expreso que no es café"

Otra vez me expreso sobre el  gran expreso, a pensar las cuadras que nos faltan todavía, a rogar que el colectivero tenga un buen día, a rogar que maneje ese gordito simpaticón. Otra vez me subo al gran colectivo, pasan los años y los caminos se hacen más largos, a mirar por la ventana esquivando las ramas, a dejar el asiento para las viejas que vienen con flores.  Otra vez corriendo por colgado, observando  si viaja algún conocido,  a pagar con diez pesos que igual te da cambio, a pensar quien vive en Lobos o quien en Empalme. Otra vez el olor a tierra que bien que me cae, en la Arévalo mirando el galpón de Provincial, a jugar con un chiquito que se da vuelta, a buscar un capicúa que traiga buena suerte. Otra vez la madrugada empieza  esperándote, en la puerta de una casa o en la estación, a intentar no vomitar para no quedar mal, a rescatarse y no dormirse para bajarse bien. Otra vez te puteo  en esta lluvia y no venís mas,  pasan los años menos veinte o y diez siempre es igual, a leer en los respaldos aguante el Comercial,  a buscar el martillo de emergencias que nunca apareció.

Otra vez otra novia que visita a su novio empalmeño lo hace en colectivo y este la espera en la garita donde le parte la boca de un beso, el colectivo tantas veces amigo pensativo, en combates contras duras decisiones, único testigo, de tu cabeza y esos viajes, de situaciones acertadas y otras en lamento,  en el mismo viaje en colectivo, que bueno el colectivo, que hace un recorrido por todos los escenarios que hacen tu historia, la de los primeros pelotazos, los primeros ring raje, los primeros besos, los primeros cigarrillos, las primeras caminatas, los primeros bailes. Que grande el colectivo, el gran expreso bipolar de Empalme a Lobos, de Lobos a Empalme.

¿Y la Aguada?  Sobre tu cuerpo Aguada, me desespero, Aguada… 




Cerramos el año una vez mas en los BTR y lo hacemos con la participación de Mauricio Villafañe compartiendo “En el Tanque…” 
Gracias y otra vez gracias por el apoyo recibido, a los amigos que inspiran, a las tormentas eléctricas, a las químicas, a las plantas y sus flores, a los culos rotos, a las diagonales y las calles de tierra, a mi familia, al amor, a Revista El Viaje, a los que no les pega una imagen, gracias, sin ustedes la expresión seria un foco quemado.     




Algo entre el sueño y la vigilia

Yo ya no sé si es un gato o una chica lo que grita acá al lado. Nada de esto es tan grave si no están los complicados, a veces es mejor prender las luces y hacer la noche un día largo, mirándonos al espejo y ver que no estamos tan viejos. Ya no sé si el viento abre las puertas o es un fantasma que anda molestando. Las cosas parecen perturbarse cuando no hay motivo para disturbio. Un clima sin x es esta soledad acompañada, ya me olvidé mi tono de voz, no puedo tararear una canción y confundirme con la última estrella antes que aparezca su mayor. Y soledad por ahí viene de sol, iluminarse es prender una lamparita, yo ya no sé si es la plata o una ciudad con el mismo nombre. Ahora busco por los rincones y nada veo en el velador. Que frío y calor, parecen una quilmes y un termidor. Las medidas de las pulgadas no son de una pantalla que solo tiene letras en mute, no hay pulgares, si un indice pero está en el diccionario. Me atreveré a cerrar los ojos o la luz de la mañana ya esta encontrándome otra vez despierto en los rincones, prendiendo y apagando veladores, no puedo distinguir entre el sueño y la vigilia, no soy el primero, soy otro sobreviviente mas.  

Tu olor

Tu olor trae aroma de ayer, de perdidas en besos, sabor a sabor.
Brazos enredados formando esos abrazos que se pierden en tu olor. 
Tu olor que es piel y respiración, tu olor que mira. 
Tu olor transforma cada sensación.
Mis manos, mis labios se guían en tu olor, mis ojos, la mirada. 
Tu olor que desespera cuando no está y en esta primavera ninguna flor lo da.
Tu olor hace lo singular en las distintas maneras de darte amor.
Tu olor me pierde haciendo imposible bajar, volar con tu olor.
Sentir tu olor. 
Tu olor es el color de este pensamiento. 

Nuevo brote de esperanza



Todo nace para morir
Para seguir el curso y desembocar.
Al tiempo usarlo para alimentar nuestras vidas
Y a las cosas que nos hacen mal transformarlas
En un viaje que acerque nuestros cuerpos un poco mas.

Si nunca vamos a saber mañana que va a ser
Si todo lo que hay es hoy y las nubes en las que
me voy a soltar a volar. Cambiar el azar por ideas
O entregarnos a él con los ojos cerrados y el corazón en la mano


Eso que está en el cielo y nos alumbra es el sol
Y eso que se mueve con el viento son nuestras
Almas secándose.

Tu alma cansada de dar,
Mi mente rompiendo todo
Y volviéndolo a armar.
                                                                      Las sobras, los autos, las luces

  
Son al menos dos las caras de la realidad
y todo es su fiel reflejo.
No vale la pena escapar si no hay lugar a donde ir
Es más sincero no decir que hablar más de la cuenta.



El día dura siempre lo mismo.
El día es ahora y ahora es siempre.
Cuantas caras, tan extrañas
Tan tapadas por la fuerza del poder.
Cuantas voces, en dos voces
Que tiran de la cuerda que sostiene
Sobre nuestras cabezas
La espada del hambre, la espada del odio
La espada de dios.


La ciudad no es el problema
el problema es el dolor de sentir imposible
Llegar a la mente con el corazón.
Y querer salir de esta caja
A buscar algo nuevo, algo más que solo
Ver salir el sol.

¿Cuántas veces me asomo al balcón
a mirar nada?
¿Cuántas veces me voy a quejar de esa luz
que prende y apaga?






del amigo Poticato para sus cabezas