Decálogo de la normalidad

El día que me vuelva normal llevaré paraguas los días de lluvia.
El día que me vuelva normal me acostaré a las once y media de la noche. Desayunaré café con leche con tres tostadas con mermelada, saludaré al portero y saldré a trabajar. 
Pensaré "que bello día".
Criticaré lo que todos critican y me gustará lo que a todos les gusta.Pasaré tardes enteras en el shopping, me preocuparé por el corte de moda. Mi objetivo será tener una casa y desperdiciaré todo mi dinero en ella
Me iré de vacaciones a la costa y traeré alfajores.
El día que me vuelva normal tendré un auto en el cual llevaré a mi familia a pasear. Querré una nena y un nene, un perro y una bella esposa que me espere con la comida hecha. Viviré en un barrio suburbano por su tranquilidad. Seré sonriente, con camisa a cuadros y raya al costado.
Tiraré petardos en año nuevo.
El día que me vuelva normal seré católico y de Boca Juniors.
El día que me vuelva normal invitaré a cenar los sábados a la familia que quiera mi esposa.
Me opondré a los vicios que hunden la moral y la autoestima del ser humano.
Criticaré al pobre y me sentiré feliz en mi hipocresía.

Finalmente, en el ocaso de mis días, dejaré a mi familia para consumir cocaína del pene de mi amante homosexual y, ya viejo, miraré al pasado sin nostalgia y moriré renegado, resentido y abandonado.






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Cascarudos


Las almas están muertas y en el fondo hay un reloj,
que ya no anda más.
El tiempo se frenó cuando los cascarudos se cayeron del farol.
La noche esta empañada por suspiros frente al vidrio,
que marca la partida, que transpira el adiós.

Te dejo la sangre, de un poeta fracasado,
viviendo equivocado, luchando con las sombras
que vinieron a buscarme.
El aire esta podrido y maldigo a un amigo,
que nunca mas volvió, que nunca existió.

Existen esas nubes que anuncian un final,
con un fallido temporal
y algo de veneno en la cabeza
que me ayude a sobrevivir del recuerdo.
El corazón esta roto y ya no está en el pecho.

La densidad de no volverte a reír,
guardar en los cajones las balas que sobraron,
ruleta del azar, viejo llanto sin piedad.
La sangre del viejo ser que ya no está más.

Lo nuevo de mentiras, 
los cambios de ficticia soledad,
y será que la vida es más difícil 
cuando ya no queda nada de vos,
que mañana está el pasado 
y en el pasado está el amor.
Que los nombres están viejos, 
desprolijos como Rubén
Será que ahora sí ya te perdiste en el bar.

De repente se hace presente, los consejos tan latentes,
en mi mente se hacen fuerte, el olor a estar ausente
para la salvación de cada rincón de mis neuronas.
Y los clavos que me voy a sacar,
serán los abrazos que nunca te pude dar.

La gente que no avisa de los extraños a la deriva,
todavía sin dormir por que hace largo rato estoy con los ojos abiertos.
Solo espero estar frente al lago y pensar.
Pensar en Rubén.


Nos queda cielo

Nos queda cielo, somos barriletes a estas horas
y las veredas son de resaca.
A los que tenemos problemas de dormir.
Nos queda cielo.
Cuanta mañana desperdiciada,
pero el tiempo es más perdido por soñar.
Borrachos compañeros es temprano para nosotros.
Es tarde para el barrendero que no sabe esperar.
Nos queda cielo y un lugar privilegiado en el olvido.
Estamos solos o acompañados,
es que aún no lo sé.
No sabemos.
Solo queremos estar seguros
y luchamos ante la espera.
No cocines nunca para uno solo.
Y la tarde nos da la bienvenida,
que vas hacer, todo el cielo es para vos.
Nos queda cielo.

Gorrión

Me quedan las poesías, mi escape o la rutina preferida.
Sangra el pecho del gorrión, que esta inquieto
y me inspira libertad.
A borrar lo que fueron esas últimas horas,
estar desnudos en verano y abrazar el frío polar.
A lo mejor, lo peor es lo mejor,
esa explosión trajo palabras que voy a sepultar.
Me quedan tiempos,
la mentira de los reyes o el amor en el infierno.
Las hojas en blanco calmando el sudor del lapicero,
ya no tiemblo, te regalo una oración.
Me queda suerte, buena o mala no lo sé,
si la suerte es el destino de los caminos elegidos,
me despido y te compro otro adiós.
Todavía tengo sueño y me quedan otras historias,
hay mas vino en la memoria
y es el que no pude destapar.
Me quedan promesas que jamás voy a cumplir.
El antiguo es el nuevo que siempre algo enseñará.
Mirando esta iglesia me entretengo un rato,
el de la espera o el de la siesta,
el del viaje placentero.
Me quedan razones para seguir en la vigilia,
la del alma rota que castiga,
lo impensado llevado al acto.
Solo el sueño en su despedida
y los besos que mendiga.
Tengo una mañana mirando por la ventana,
entra el frío y me río, pensando en lo que queda,
de un cerebro hecho un desastre por tanta sangre derramada.

Leopoldo y su intento de volver a encontrar felicidad.


Leopoldo era vestido por su mamá y castigado por su padre. En esa niñez Leopoldo hacía lo que le pedían, una vez en el jardín sonrío y sintió una agradable sensación por todo su cuerpo, un momento de eternidad atrapado en un instante, Leopoldo había descubierto la felicidad. A lo largo de toda su vida intentará buscar esa felicidad que tanto placer le generó.
Leopoldo al igual que la mayoría de las personas fue bebe, niño, adolescente, adulto y viejo.  Había una cosa que llamaba la atención en él, su búsqueda de felicidad. Leopoldo hizo dibujo, fútbol, música, consiguió un grupo de amigos, unas novias, viajó, entre otras tantas fuentes de placer nunca pudo volver a sentir esa sensación que tuvo en el jardín.

Su vida fue estrictamente normal, con los traumas, precipicios y obstáculos también estrictamente normales. En definitiva, tuvo una vida creada como casi todos, por los otros. Lo curioso del caso es que Leopoldo el día de su velorio llevaba en su cara como estampa una sonrisa. Quienes lo conocíamos aseguramos que había encontrado su tan deseada felicidad. Leopoldo a los 54 años de edad se encierra definitivamente en su casa, saliendo muy pocas veces a la calle, se divorcia de su mujer, no ve nunca más a sus hijos y se compra con los ahorros de su vida (porque ahorraba como la mayoría de las personas) alrededor de 10980 libros de distintas formas y tamaños,  imágenes y temas, múltiples categorías y variadas entrevistas a grandes pensadores.

Cuando fui a cobrarle las sodas que consumió todo el mes de mayo me enteré por medio de una vecina, de esas que están todo el tiempo en la vereda y saben que pasa con solo observar, que Leopoldo María Martinez fue hallado muerto en su habitación, acostado en su cama con una sonrisa de oreja a oreja, rodeado de revistas y cintas pornográficas, empapado de lubricante, completamente desnudo a la edad de 70 años un 20 de mayo del año 1998.
Los primeros días creí que Leopoldo nunca se había masturbado y al hacerlo llegué a la conclusión de que había alcanzado su felicidad, jamás entendí por qué se encerró, por qué corto vínculo con la familia, por que tantos libros pero tampoco me preocupaba entenderlo, si me interesaba ese tema que tenía con la felicidad.
 Esta resolución me sonó convincente unos días pero mi interior decía que había algo más…
Luego de varias idas y vueltas decidí forzar la puerta de Leopoldo y revisar su casa. Fue así donde me topé con un diario de su pertenecía y transcribo aquí la última hoja:

…cosas como el dinero, popularidad o ser el centro de atención. Pero hay algo que nunca volví a encontrar desde que era muy pequeño. Aquel día en el jardín cuando la vi a ella algo atravesó todo mi ser, no sé qué fue porque yo que era muy pequeño, tampoco fue amor debido a la gran diferencia de edad. Tal vez su modo de ser, tal vez su belleza, su conexión directa con la infancia (me refiero a su pureza de alma, como si no hubiese sido nunca contaminada por la cultura o la “civilización”). Lo cierto es que me generó un sentimiento de completud, un “sentimiento oceánico” el cual nunca más volví a revivir. Lo curioso es que solo fue, en un principio, solo un contacto visual pero cuando ella estaba ahí junto a mí lo que pudo haber sido una sospecha se volvió realidad. Era como si un aura energética la envolviera y protegía de todo tipo de males.

Por eso estas últimas palabras son para vos… porque me pasé toda una vida buscando y construyendo cosas para revivir esa sensación: distracciones, tóxicos de todo tipo, amistad, lujuria, desenfreno, amor, familia, dinero, viajes… pero nada, nada llego siquiera a parecerse o alinearse en sintonía con lo que me pasó aquella mañana en el jardín. No concibo entender como tan vivida sensación y recuerdo permanece inalterable en mí hasta ahora, en estas últimas palabras y aliento de mi vida. Tal vez fue solo un micro delirio, tal vez una ilusión o un paso en falso de mi mente en aquel momento, tal vez fue real… tal vez. Pero si alguien se topa con esta breve nota algún día le aconsejo que si alguna vez se encuentran con un sentimiento similar, sabrán reconocerlo. Pero por sobre todas las cosas, no lo dejen ir, traten de retenerlo lo más posible o de buscar cómo generarlo o cuál es su fuente porque les aseguro que una vez que sintieron algo así el resto de su vida carecerá de sentido alguno y gran parte de lo que hagan tendrá como fin resucitar ese sentimiento de plenitud. Háganme caso, sé muy bien de que estoy hablando…”.

Escrito en colaboración con Lautaropocha. 

Macaya, Maracuyá, Maquilladores o la pregunta que no se esperaba esa repuesta.

¿Cuál es el punto donde frenar?
Las historias proclamadas de cobardes profetas, los cobardes que se borran cuando apenas se hace el día. Las pastillas de tu viaje y las que son de tu vieja. Los pozos rebajados con agua mineral. Son los duques de las calles los que asoman con los perros, son las manchas que no salen con sal. Son los indicadores de lo rojo que no es sangre pero es freno. Es el miedo el pensamiento sin razón.  Es la consecuencia del error pero errar esta muy bien. Las hojas que tapan el desagüe y el agua que sube. Algo anda raro, ademas de tu vida y los conceptos sociales, la ética solo salvo a la estructura de hacer todo bien. Ahora entiendo todas las preguntas, todas tienen contextos como el sentir, como la duda que invita a preguntar. Yo ya me fui, dejé los amigos que de niño conocí, lleve los recuerdos y dos o tres fotos.
El tiempo que avanza, los cuerpos estáticos, somos maquilladores en los velorios de las sonrisas, bajemos al parque, tirado bajo los arboles que ya me vieron más de una vez. Se van, algunos se van, es que siempre un ambiente confortable lleva a la autodestrucción. Y varios siguen creciendo en los inviernos de mil infiernos, en los veranos mutilados de la transpiración,  pasan mundiales, el mundo no es tan cruel Frank, encerrarse vagabundo, culpar a las señoras del paredón que rompen pelotas sin piedad, yo no soy D10S y sueño con jugar un mundial, seguir culpando, que la sigan chupando. 
Las puertas cerradas de gente que no se perdió, desapareció, el gatillo fácil que no se negocia, la gente esta enferma, estúpida, agónica, sin paz y no van a frenar. Sacarse los ojos, los ojos celestes, ponerse los rojos y golpear a los ciegos que no tienen lugar en su ideal, vamos a frenar.
Es un deseo, caminar y festejar, todos los días año nuevo y mirar para arriba. Son las luces que te dicen, que hay que esperar y dejar pasar el viento lastimoso de la soledad.
Y con compasión vas a frenar. 
En ustedes creo.