Las
espinas de un santo vino a devorar las entrañas, buscando algo de paz, abrió
las puertas del infierno. Perdiendo el viento en sus perversiones quiso
aprender a hacer el mal y encontrando almas en el otoño dejó las preguntas sin
respuestas. Cruzan las luces perdidas que se pierden en amaneceres. La voz te
susurra al oído y otra vez estas perdido y confundido. Con el vacío en la
panza, sangrando de tantos mareos, viene el santo dispuesto a cederte su lugar.
Millones de años luz es la velocidad del
corazón. Esta vez el sacrificio tiene ganas de hacerse acto y quedarán
los lamentos que nunca escuchó, que perdió la alegría por creer en el
futuro, las mentiras regaladas de los
viejos optimistas, transformaron la pobreza en ficticia delincuencia. Esta él
con cara de bueno, mirando arriba.
Mendigando las migas que su miedo transformó, indefenso se mutó en la simple
marioneta del todopoderoso y aprendió a comprar el olvido de la noche, los
lamentos a plena luz del día. Es algo que jamás va a terminar, si la duda
universal siempre va a existir. Charles Darwin vos pasaste por acá, Victor
Sueiro por donde andarás, es el santo en la mirada de la gente que no sabe a donde
ir.
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