Los lanzallamas

El Abogado se ha tomado una rodilla entre las manos, y con la cabeza tan inclinada que el
mentón se apoya en su pecho escucha atentamente, mirando la deformada punta de su zapato casi deslustrado.
—¿Cuál es el sistema, querido doctor? El siguiente: Los bancos y empresas financieras
organizan revoluciones en las cuales, prima facie, aparecen lesionados los intereses americanos. Inmediatamente se produce una intervención armada bajo cuya tutela se realizan elecciones de las que salen elegidos gobiernos que llevan el visto bueno de Norteamérica; estos gobiernos contraen deudas con los Estados Unidos, hasta que el control íntegro de la pequeña república cae en manos de los bancos. Estos Bancos, revise usted la teneduría de libros de la América Central, son siempre el City Bank, la Equitable Trust, Brown Brothers Company; en Extremo Oriente nos encontramos siempre con la firma de J. P. Morgan y Cía.
Nicaragua ha sido invadida para defender los intereses de Brown Brothers Company. Cuando
no es la Standard Oil es la Huasteca Petroleum Co.
»Vea, aquí, a un paso de nosotros, tenemos a un Estado atado de pies y manos por Estados
Unidos. Me refiero a Bolivia. Bolivia, por un empréstito efectuado en el año 1922 de 32
millones de dólares, se encuentra bajo el control del gobierno de los Estados Unidos por
intermedio de las empresas bancarias Stiel and Nicolaus Investment Co., Spencer Trask and
City y la Equitable Trust Co. Las garantías de este empréstito son todas las entradas fiscales
que tiene el gobierno, controladas por una Comisión Fiscal Permanente de tres miembros, de los cuales dos son nombrados por los bancos y un tercero por el gobierno de Bolivia.
Con los brazos cruzados sobre su blusón el Astrólogo se ha detenido frente al Abogado, y
moviendo la cabelluda cabeza insiste como si el otro no lo pudiera comprender:
—¿Se da cuenta? Por treinta y dos millones de dólares. ¿Qué significa esto? Que un Ford
o un Rockefeller, en cualquier momento podrían contratar un ejército mercenario que
pulverizaría un estado como los nuestros.
—Es terrible lo que usted dice…
—Más terrible es la realidad… El pueblo vive sumergido en la más absoluta ignorancia.
Se asusta de los millones de hombres destrozados por la última guerra, y a nadie se le ocurre
hacer el cálculo de los millones de obreros, de mujeres y de niños que año tras año son
destruidos por las fundiciones, los talleres, las minas, las profesiones antihigiénicas, las
explotaciones de productos, las enfermedades sociales como el cáncer, la sífilis, la
tuberculosis. Si se hiciera una estadística universal de todos los hombres que mueren
anualmente al servicio del capitalismo…, y el capitalismo lo constituyen un millar de
multimillonarios…, si se hiciera una estadística, se comprobaría que sin guerra de cañones
mueren en los hospitales, cárceles y talleres, tantos hombres como en las trincheras, bajo las
granadas y los gases. ¿Qué significa entonces el peligro de una dictadura militar, si esta
dictadura puede provocar el resurgimiento de una fuerza colectiva destinada a terminar de una
vez por todas con esa criminal realidad del capitalismo? Al contrario; lo criminal sería
negarse a ayudar a los militares a que opriman al pueblo y le despierten por catálisis la
conciencia revolucionaria. Más útil es un generalito déspota y loco, que un revolucionario
sentimental y bien intencionado. El revolucionario haría propaganda limitada; el déspota
despierta la indignación de millares de conciencias, precipitándolas hacia extremos que ellas
nunca hubieran soñado.
El otro escucha con la frente abultada de atención. A momentos con la uña de una mano se
limpia las de otra.
—Piense usted querido amigo, que en los tiempos de inquietud las autoridades de los
gobiernos capitalistas, para justificar las iniquidades que cometen en nombre del Capital,
persiguen a todos los elementos de oposición, tachándolos de comunistas y perturbadores. De
tal manera, que puede establecerse como ley de sintomatología social que en los períodos de
inquietud económico-política los gobiernos desvían la atención del pueblo del examen de sus
actos, inventando con auxilio de la policía y demás fuerzas armadas, complots comunistas.
Los periódicos, presionados por los gobiernos de anormalidad, deben responder a tal campaña
de mentiras engañando a la población de los grandes centros, y presentando los sucesos de tal
manera desfigurados que el elemento ingenuo de población se sienta agradecido al gobierno
de haberlo librado de los que las fuerzas capitalistas denominan “peligro comunista”.

Roberto Arlt. Los lanzallamas(fragmento)
Buenos aires, Losada, 1958.

1 comentario:

  1. Es maravilloso este libro Nico, empezando por LOS SIETE LOCOS. Una maravilla de Arlt que, anticipando al gran bardo del 29-30, escribió esta obra magnífica que tuve la suerte de leer meses atrás. Muy bueno. ESpero que ande todo bien broken. Un abrazo enorme.

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