Creo
que ya es hora de cerrar el adiós, de dejar el amor, latente como siempre.
Mirá las promesas que se van en el hoy, son las de ayer, son de algún tiempo también.
El aire fresco desde las cascadas alivia el recuerdo que dejaron las caras
partidas al medio.
Las cosas que no vuelven son las que nunca estuvieron, que se reventaron en el
puente sin aire que me separa de vos.
Todas las condiciones que dejamos de lado, se ignoraron en lo temperamental.
Levantar la cabeza es secarse las lágrimas y correr herido como los caballos
entre las piedras.
No busques tu disfraz de extraña, te alcanza con las máscaras de otoño que
transforman sonrisas de meses en vano.
Mañana todo mejora, ya lo sabemos, lo que queda es un intervalo de duda pero de
aceptación.
Pensamos y actuamos de la manera en que las montañas ya lo sabían con
anticipación, de caer y rodar.
Llegar todo golpeado a la palabra final, de los actos sin piedad, la pared que
no encontrás, que decide una vez más, que a lo mejor es lo mejor, que no mira
atrás y se resuelve en un estado de saber porque no estabas cuando estabas,
porqué buscaba lo que no había, los años de la vida se resumen en donde vos no
exististe nunca, nunca en la puta tempestad.
Creo que ya es hora de dejar los motivos, darle paso al olvido y creerle al
destino.
Como kamikazes heridos que siguen latiendo a pesar de estrellarse.
Las persianas hace meses que no se abren, el candado busca cerrarse y a qué
esta noche me mirás a través de los sueños.
Siento el río como un ser que recorre la trasparencia en las venas y limpia lo
complicado de tu simplicidad.
En este otoño a lo Bernardo Perrone, dibujo las máscaras que te vas a poner en
la alegría de la ironía, en la gracia de la soberbia, en el orgullo
transformado en razón.
Solo queda marcar los días de lo que sigue en la vida, lo que sigue en la tuya
y hacer simbólica la muerte de tus verticales.
Creo que ya es hora de cerrar el adiós, que lo que se dijo no es el
pensamiento, que la realidad se viste de la manera que quieras para que la
pases bien. En la almohada vas a saber la distancia de ser y es.
Así pasan los truenos en fiestas y reuniones amagando la tormenta imposible de
la desolación.
Son las horas de reír.