Podría reservarme los motivos que me movieron a escribir estas páginas de confesión, pero como no tengo interés en pasar por excéntrico, diré la verdad, que de todos modos es bastante simple: pensé que podrían ser leídas por mucha gente, ya que ahora soy célebre; y aunque no me hago muchas ilusiones acerca de la humanidad en general y de los lectores de estas paginas en particular, me anima la débil esperanza de que alguna persona llegue a entenderme.
AUNQUE SEA UNA SOLA PERSONA.
¿Por qué -se podrá preguntar alguien- apenas una débil esperanza si el manuscrito ha de ser leído por tantas personas? Este es el género de preguntas que considero inútiles. Y no obstante hay que prevenirlas, porque la gente hace constantemente preguntas inútiles, preguntas que el análisis más superficial revela innecesarias. Puedo hablar hasta el cansancio y a gritos delante de una asamblea de cien mil rusos: nadie me entendería. ¿Se dan cuenta de lo que quiero decir?
Existió una persona que podría entenderme. Pero fue, precisamente, la persona que maté.
Ernesto Sabato. El túnel. (fragmento)-4ta ed.- Buenos Aires: Booket, 2007